Esta foto esta realizada a base de latas de tomate recicladas con un filtro de lápiz a color.
Mientras miraba Miguel de Cervantes, desde la ventana de su celda de la cárcel real de Sevilla, junto a su modesto escritorio, las cuartillas de papel tintero y pluma, esperaban impacientes para ser estrenados.
Pensó en lo nefasta que era su mísera vida, él encerrado en aquella cárcel mientras la vida bullía afuera de aquellos muros, recordó en el tiempo en el que de vez en cuando se iba a la cantina con su odiado y amigo Lope a beber algunos chatos de vino comer buen queso Manchego y jamón del bueno, pero ahora ese tiempo ya quedo atrás.
Cuando de pronto, un pensamiento golpeo insistentemente.
«Vamos, mi señor, no se venga usted abajo, — ¡Arriba, ese ánimo Don Quijote! — Le espetó Sancho mientras cabalgaban a trote cansino él con su burro y Don Quijote con su viejo desdentado y huesudo caballo Rocinante.»
Hicieron un alto a la orilla de un río, donde corría el agua cristalina y más fresca de aquel paraje. A la sombra de un hermoso árbol se sentaron a descansar y tomar un bocado, de las alforjas del burro de Sancho, este saco un pequeño mantel y lo extendió en la hierba, una bota de vino, medio queso, una caña de lomo tocino, y un pan.
Mientras Don Quijote, se lamentaba de su triste estado de ánimo, de ver que no había podido rescatar a su amada Dulcinea de las garras de su padre y hermanos, este no hacía nada más que lamentarse lastimosamente.
«—Mi señor, si usted me lo permite, le diré que tiene que comer un poco si no su salud, tanto mental como física, se resentirán.
— Ande, tomé, cómase usted, este trozo de queso con pan que acabo de cortar».
Don Quijote desganado, le hizo caso y comió. Después de comer y beber varios tragos de vino, satisfecho el hambre de ambos, el ánimo de Don Quijote cambio de semblante, estaba más alegre, tal vez era producto de vino.
Sancho le dijo a Quijote — ¡Sabe lo que nos falta para acabar bien la tarde, la compañía de unas buenas amigas que tengo en el pueblo, la Gregoria y la Luciana! Este lo miro con ojos algo extraviados y negando con la cabeza, para que no fuera a buscarlas, puesto que su corazón pertenecía a su bella Dulcinea.
Cuando dos minutos más tarde, saco de su refajo un pequeño móvil y enseguida dio varios tonos.
— ¡Diga!, contesto una voz, femenina
— ¡Hola, Soy Sancho….! ¿Tienes algo que hacer en este momento?
«Es para que te vinieses a pasar la tarde con nosotros y tú amiga la Gregoria, te trajeras ese tabaco que parece un cuarterón de chocolate negro, tan bueno que te manda tu primo de Marruecos.
A Luciana se le escapó una sonora carcajada mientras le decía
— Mira, que eres pillín y golfo, tú lo que quieres es liarnos a las dos, ¿verdad?
— Anda, mujer que es por una buena causa, es para alegrarle la tarde a mi amigo Don Quijote, que tiene mal de amores, «tú no digas nada, hablo bajito para que su amigo no se enterase, pero creo que su amada Dulcinea le ha dado calabazas» y el pobre está que da lástima de ver, anda no seas mala y veniros que lo pasaremos bien, es más tú eres viuda y tu amiga es una solterona redomada, porque con ningún pretendiente queda bien.»
Dicho esto, Sancho colgó y en cuestión de unos 30 minutos, los cuatro estaban jugando a las cartas y fumando el tabaco de chocolate de Marruecos.
Lo que sucediera después solo lo supo nuestro escritor favorito.
Miguel de Cervantes, al escribir las andanzas de Don Quijote de la mancha y su fiel escudero Sancho.
Fin.
Nota: Ahora que tengo un ratito libre y mi padre está descansando, me paso por aquí a saludaros y dejaros una segunda entrega de mi Hidalgo favorito Don Quijote de la Mancha junto con su inseparable amigo Sancho panza.
Os deseo a todos un feliz comienzo de semana y ya de paso daros las gracias, por preocuparos todos por la salud de mi padre , que poco a poco va mejorando eso si va despacito, besitos de vuestra amiga que os quiere flor.